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domingo, 9 de octubre de 2016

3.- "REFUGIOS DE PIEDRA" LIBRO


REFUGIOS DE PIEDRA






Dedicatoria

       A mis padres, Santiago González Gutiérrez y Serafina Noriega Sobrino por la forma que se implicaron en darme cuantos datos guardaban en su prodigiosa memoria, sobre las familias parraguesas y la relación de unas con otras, asociadas a las distintas casas en las que moraron, así como también el orden de nacimiento de sus hijos y otros datos de gran valor antropológico como son: la emigración, sus oficios, su forma de vida, sus costumbres, a lo largo de todo el siglo XX.

Como reza en vuestro último refugio de piedra:
El recuerdo palpita en la dulzura, en el amor
y en el ejemplo que nos dejasteis”

Con todo nuestro cariño.


       ACLARACIÓN PREVIA
      Los pueblos se forman de barrios, que son a su vez la sede de distintas familias. Hay barrios en los que predomina un determinado linaje, un apellido, como si hubiera habido un asentamiento primario del que hayan eclosionado un racimo de familias. Pero, aunque no sea así, en los barrios, por lo general, se siente la familiaridad más que la vecindad, demostrada día a día cuando se necesitaban unos de otros para socorrerse en la desventura, la enfermedad o en el trabajo: caso de la siega, la siembra, el sallo, la esbilla, la esfoyaza o el mataciu.
     En estas páginas se detallan las casas existentes desde finales del S. XIX hasta principios del S. XXI, aunque, por desconocimiento más que por falta de interés, algunas casas de construcción reciente no se recogen por carecer de datos exactos de sus propietarios o usuarios.
   Tiene un valor sentimental más que documental para quienes las conocimos. En el tiempo que va desde el inicio de este proyecto, enero de 2009, fui corrigiendo cuantos errores detecté, aportando datos nuevos que me dan los lectores. Estoy seguro de que cada uno encontrará otros más en lo que concierne a su propia familia. Pero también habrá quien agradezca conocer otros más.

Va dedicado con todo mi respeto a la memoria de quienes cito en sus “Refugios de piedra”, barrio por barrio en el conjunto del pueblo de Parres.
Sigo un orden geográfico iniciado en el barrio en que nací, me crié y eduqué, arropado por el cariño y el afecto de la gran familia que representa para mí cada uno de mis vecinos.
En los pueblos, las casas suelen llevar el nombre de sus más característicos moradores o de quienes las mandaron construir. Los apelativos o motes con que se les conocía los transcribo “entrecomillados”, pero carentes de ningún sentido peyorativo. Sirven para distinguir entre dos personas con el mismo nombre, a veces, basados en alguna particularidad física, anatómica, o de carácter sin que suponga discriminación alguna. Los términos “tiu” o “tía” no tienen significado familiar; se aplicaban a personas de cierta edad, más jóvenes de lo que yo pensaba de niño, pues la esperanza de vida era más corta, entonces. Sinceramente pienso que muestran antes respeto, familiaridad o cercanía en el trato que otra cosa. No todo el mundo se hacía merecedor de tan cariñoso tratamiento en los pueblos.


N. d. A.:
Los números que aparecen así [junto a las viviendas] están sacados del Censo de Población de 1924 por mi vecina de La Caleyona, Rosa Mª Ibarlucea Sobrino, dedicada a los aspectos genealógicos del pueblo en un valioso estudio que generosamente me aportó y que todos deseamos ver impreso pronto en un libro suyo.